lunes, 19 de diciembre de 2011

Realidades en historia.



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julio de 2003  
El marxismo y la cuestión indígena en el Ecuador
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Mujeres indígenas en la primera fila del levantamiento de enero de 2000.
Las masas trabajadoras e indígenas fueron traicionadas por sus
dirigentes reformistas y burgueses.
Foto: Silvia Izquierdo/AP
La historia de más de una década de “levantamientos” ecuatorianos demuestra que en cada instancia los indígenas actuaron como un sector combativo de una causa que involucraba a los obreros, campesinos y todos los trabajadores del país. En la rebelión de los indios de junio de 1990, por ejemplo, campesinos no indígenas pidieron a la CONAIE (Confederación Nacional de los Indígenas del Ecuador) que enarbole sus demandas. En el levantamiento indígena de enero de 2000, el detonante fue la dolarización de la economía, medida que afectó a todos. Con no menos rigurosa regularidad, los dirigentes indígenas han apuñalado estas luchas en aras de una nefasta “alianza” con algún sector de los “poderosos”, que se viste en verde olivo o con traje y corbata. La actuación del coronel Lucio Gutiérrez no debía sorprender; al igual que el general Mendoza, como representante del instituto armado de la burguesía, acató las órdenes de sus superiores en Washington y Wall Street. Las acciones de un Miguel Lluco o una Nina Pacari de Pachakutik (el brazo políticos de la CONAIE) también eran previsibles, por ser ellos representantes políticos no de las masas indígenas en cuyo nombre hablan sino de una capa acomodada que anhela servir de caciques para los amos del imperio. 

Hasta algunos sectores de la izquierda han elaborado un mito en torno a Pachakutik y la CONAIE, pintándolos como una suerte de zapatistas a lo sudamericano. Así la Fracción Trotskista (FT, corriente liderada por el Partido de Trabajadores por el Socialismo argentino) equipara la “emergencia del movimiento indígena” en el Ecuador con la “irrupción de los campesinos indígenas zapatistas de Chiapas, el movimiento democrático hegemonizado por los indígenas en Guatemala, la lucha de los Mapuches que habitan el sur de Chile contra el gobierno y las multinacionales, las movilizaciones de los campesinos indígenas en Bolivia”. Sólo agrega, como hoja de parra de supuesta ortodoxia marxista, la salvedad, “más allá de las limitaciones que expresan sus direcciones políticas”. Vitorear el movimiento indígena es el último grito de la moda para los “antiglobalizadores” pequeñoburgueses y los antimarxistas “posmodernos”. Se entusiasman por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional del subcomandante Marcos precisamente porque dice que no lucha por el poder. Con su verborrea de una “democracia participativa” (¡para aprobar recortes en los programas sociales!), buscan una componenda con el estado capitalista. Para estos falsos izquierdistas es su manera de propagar la mentira imperialista de la “muerte del comunismo” tras la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética.

Pero Pachakutik dista mucho de ser siquiera un EZLN Sur. En términos mexicanos, por los intereses económicos que defiende, estaría más próximo al movimiento de pequeños agricultores capitalistas “El Barzón”, y su versión “etnicista” de la cuestión indígena refleja la misma óptica de clase. No son los “ponchos rojos” que tanto temían los generales y terratenientes ecuatorianos en la rebelión del 90; estos burócratas y burgueses indígenas serían más bien unos “ponchos dorados”, que con su discurso “plurinacional” buscan negociar su entrada en la clase dominante. Siguen el paso del Movimiento Revolucionario Tupaj Katari de Liberación (MRTK-L) en Bolivia, un partido parlamentario que nada tiene de revolucionario y que durante más de una década se ha aliado con los gobiernos de turno, primero el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) burgués, seguido por los gobiernos militares, y ahora de nuevo con el MNR. Ahora los políticos burgueses de Pachakutik señalan la vía a los guerrilleros zapatistas en su evolución hacia una participación plena en el juego político burgués. En algunos puntos, como los referentes a una modificación constitucional, sus demandas representan una generalización del “programa mínimo” (y ahora máximo) del EZ mexicano, los “Acuerdos de San Andrés Larráinzar” de 1996. En todos estos casos, los dirigentes indígenas arribistas se oponen a los intereses revolucionarios de las empobrecidas masas indígenas.

Desde tiempos de la colonia española, los indígenas han actuado como avanzada de la resistencia contra los amos imperiales. La sublevación de Otavalo de 1777, de los indios Kayambis, buena parte de cuyos dirigentes eran mujeres, se opuso a la intensificación del tributo colonial y exigió una reforma de las haciendas administradas como bienes de la corona. Precedió a la rebelión de Tupac Amaru en el Perú en 1779, la revuelta de Tupac Katari en el Alto Perú (Bolivia) en 1780 y la insurrección de los Comuneros en Nueva Granada (Colombia) en 1781. En 1784, los indios del pueblo de Calpi, cerca de Riobamba, se sublevaron contra la mita (trabajo forzado), impidiendo el envío de 12 mitayos a una mina de plata. Estos alzamientos, precursores de la lucha por la independencia por parte de las élites criollas, constituyeron una amenaza mortal tanto al imperio colonial como a los gamonales (hacendados) que luego dominarían las repúblicas burguesas. En la época republicana, el levantamiento indígena de 1871 en la provincia de Chimborazo, liderado por Fernando Daquilema, se opuso a los diezmos, los tributos, las mitas y los azotes, por lo que Daquilema fue fusilado por la dictadura de García Moreno.

http://www.internationalist.org/gualavisiwww.jpgEl dirigente indígena Jesús Gualavisí (izquierda), fundador del sindicato campesino de Cayambe y del Partido Comunista, junto con dos otros dirigentes comunistas, Dolores Cuacuango y Amadeo Alba.  Foto: Editorial Claridad/Avya Yala-Nativeweb

En las primeras décadas del siglo XX, los indígenas también jugaron un papel de vanguardia en las luchas de los trabajadores ecuatorianos. En el congreso de fundación (mayo de 1926) del Partido Socialista Ecuatoriano (que en 1931 se convirtió en Partido Comunista), el dirigente indígena Jesús Gualavisí del cantón de Cayambe participó como delegado del Sindicato de Trabajadores Campesinos de Juan Montalvo. El sindicato luchaba en defensa de las tierras de la comuna y en contra de los abusos y trabajos no pagados impuestos por los hacendados. En febrero de 1926, campesinos sin armas fueron agredidos por 70 soldados del ejército con ametralladoras; en noviembre se reportó una “agresión” campesina contra la policía local a gritos de “¡Viva el socialismo!” En 1930-1931, hubo una huelga campesina en Cayambe exigiendo la semana laboral de 40 horas, devolución de las tierras robadas por los terratenientes, el fin de los abusivos diezmos y primicias impuestos por la Iglesia, pago por el trabajo de las mujeres y el fin de las prácticas de huasicama (servicio personal en la casona de la hacienda). La respuesta del gobierno fue enviar 150 soldados con sabuesos para cazar a los campesinos indígenas rebeldes. No obstante, a principios de enero del 31 se llegó a un acuerdo favorable para los huelguistas. Cuando estos citaron a un Primer Congreso de Organizaciones Campesinas para febrero, sin embargo, la reunión fue ilegalizada y los dirigentes socialistas encarcelados.
La Iglesia y la orientación “etnicista” movimiento indígena

En tiempos más recientes, la dirección del movimiento indígena ha quedado en manos de elementos antimarxistas. Un investigador norteamericano, Chad Black, señala en su monografía, “The Making of an Indigenous Movement” (mayo de 1999), que, “La organización indígena regional comenzó en los años 70 como reacción en contra de las direcciones marxistas, mestizas e integracionistas, una reacción conservadora frente a las organizaciones de la izquierda tradicional, y las crecientes presiones sobre las comunidades indígenas en consecuencia de la inserción más destacada del Ecuador en la economía mundial capitalista”. Black reitera una y otra vez que la “política de la identidad” de los nuevos movimientos se distingue del marxismo y la retórica de clase de sus antecesores. El papel de la iglesia ha sido primordial en esto, siempre anticomunista pero no siempre con igual contenido político. Después de la “reforma agraria” de 1964, los militares prefirieron tratar con la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC, hoy FENOCIN), en lugar de la FEI de filiación comunista. La FENOC tuvo su origen en una corriente bajo el tutelaje de intelectuales católicos ligados al Partido Conservador; a finales de los años 60, reflejando las recientes encíclicas papales, pasó a control de la democracia cristiana; y a mediados de los 70, bajo influencia de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (CELAM) de 1968 y la Teología de la Liberación, se proclamó socialista.
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Congreso de Ecuarunari, la organización de los pueblos indígenas Kichwas del Ecuador, el 17 de junio de 2003. Los Kichwas son una nacionalidad oprimida cuya liberación será obra de la revolución socialista de todos los trabajadores y oprimidos. (Foto: Centro de Medios Independientes/Ecuador)

En el oriente, se estableció la Federación de Centros Shuar, orquestrada por misioneros salesianos con el apoyo del Ministerio de Bienestar Social, con una perspectiva de oposición a la hegemonía estatal, protección del territorio y la cultura indígena, y educación bilingüe. Organizaciones parecidas fueron fundadas entre los demás pueblos de la Amazonía (Kichwa, Siona, Cofán, Huaorani) pero pronto se enfrentaron con la penetración masiva de las corporaciones petroleras, el ejército, los misioneros protestantes derechistas y el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), vehículo para la intromisión de las agencias de inteligencia estadounidenses en la región. Entre los Kichwas de la sierra, la fundación de Ecuarunari en 1972 fue acompañada por una fuerte lucha ideológica en la cual, bajo el impulso de la iglesia, prevalecieron los partidarios de una organización “puramente indígena” (es decir, no de clase). Ecuarunari fue declarada una organización eclesiástica, con un cura encargado de orientarla. A finales de los 70, hubo un vuelco hacia un temario más cultural. Fue bajo la dominación de Ecuarunari que se fundó en 1986 la CONAIE como máxima organización indígena del país. Sus reivindicaciones incluyeron la participación en la administración pública, creación de un banco indígena, oficialización de las lenguas indígenas y la educación bilingüe, preservación de la medicina tradicional, y una obligatoria referencia a la devolución de la tierra a las comunidades indígenas. Estas reivindicaciones distan mucho de ser radicales, y mucho menos revolucionarias.

Sin embargo, la fundación de la CONAIE marcó un hito en la creciente combatividad de los indígenas, en respuesta a la brutal represión del gobierno conservador de Febres Cordero y los terratenientes. Hubo en los años 80 varios casos de guardias patronales que quemaron casas, torturaron y mataron a dirigentes indígenas. La resistencia culminó con el levantamiento indígena de junio de 1990, cuando unos 200 activistas ocuparon la catedral quiteña de Santo Domingo, símbolo de Fray Bartolomé de las Casas, el dominico protector de indios. En cuestión de pocos días, indígenas en todo el país adhirieron al levantamiento. La sierra fue paralizada por los bloqueos de la Panamericana. En la provincia de Chimborazo se tomaron como rehenes a 30 policías y soldados. Los mandos militares denunciaron un complot comunista; helicópteros artillados tiraron sobre las multitudes, y un dirigente indígena murió en un enfrentamiento con el ejército. Por doquier se tomaron tierras de las haciendas. El levantamiento causó mucho revuelo, y refutó en forma dramática el imagen racista del “indio dócil y sumiso”. Pero sus demandas eran bien modestas, y los líderes indígenas (encabezados por Luis Macas, el ahora ministro de agricultura) lo disolvieron después de sólo diez días, desocupando la iglesia y desmontando los bloqueos de carreteras. En las pláticas bajo la égida del arzobispo de Quito, la CONAIE presentó un listado de 16 puntos, que lejos de dirigirse contra el estado capitalista más bien buscó integrarse en él.

Entre los 16 puntos figuraron la declaración del Ecuador como un “estado plurinacional”; la reorganización del IERAC (la agencia de reforma agraria) para solucionar problemas de agua y tierra; condonación de deudas con los bancos estatales de fomento; no pago del impuesto rústico; libre importación y exportación comercial y artesanal para la CONAIE; control de sitios arqueológicos por la CONAIE; eliminación de organismos paralelos que compiten con la CONAIE; entrega de fondos presupuestarios a las nacionalidades indígenas; entrega de recursos permanentes para la educación bilingüe, y así en adelante. Como se ve, este pliego petitorio no es el agenda de unos insurrectos comunistas o siquiera de una rebelión campesina. Aunque bajo presión campesina la CONAIE presentó 72 conflictos de tierras, se trató de disputas específicas en el marco de la reforma agraria oficial. No exigieron la abolición del latifundio y la expropiación de las haciendas; buscaron más bien mejorar su posición en las negociaciones con el IERAC. Sus reivindicaciones económicas eran las de pequeños y medianos propietarios, capitalistas agrarios, que buscan empréstitos con intereses módicos, menos impuestos, liberación de aranceles, etc. Pidieron fondos, reconocimiento oficial y una cuota de puestos burocráticos. Y lo más significativo: a pesar de una oleada de represión inicial, gran parte de estas exigencias fueron concedidas en el lapso de varios años.

Mientras el gobierno de Borja hizo algunas concesiones a los indígenas, su sucesor como presidente, Sixto Durán adoptó una actitud de extrema hostilidad. En junio del 93, cuando unos dos mil campesinos e indígenas marcharon al Congreso Nacional para oponerse a la nueva ley de “reforma agraria” que favoreció descaradamente a la agroindustria, fueron recibidos por la policía con gas lacrimógeno y palizas. Nuevamente hubo una oleada de casas quemadas, animales robados, indígenas obligados a abandonar sus tierras, y miembros de las asociaciones torturados y matados. En el espacio de dos años, hubo al menos 14 muertos por la violencia de los terratenientes, junto con violaciones de mujeres por los guardias “de seguridad”. Ante este baño de sangre, era urgente organizar la autodefensa indígena, campesina y obrera contra los matones patronales. La respuesta de los reformistas y los dirigentes del recién nacido partido indígena, Pachakutik, fue de buscar candidatos para las próximas elecciones presidenciales y de lanzar una campaña por ... enmendar la constitución para ser más incluyente de los indígenas. El fracaso previsible de estos pasos llevó a nuevos levantamientos, en el 97 contra Bucaram y en enero del 2000 contra Mahuad, pero ningún cambio en la política gubernamental.
Mariátegui, los comunistas y los indígenas

Desde sus inicios, los partidos comunistas de América Latina buscaron orientarse en torno a la cuestión indígena, íntimamente ligada con las luchas campesinas. Sin embargo, no llegaron a concretar una política coherente sobre ella. Cabe precisar a este respecto, que debido al hecho de que la Internacional Comunista apenas comenzó un trabajo sistemático en el hemisferio a mediados de los años 20, casi todos los PC latinoamericanos nacieron bajo el signo del estalinismo, con su dogma nacionalista-conservador de construir el “socialismo en un solo país”. Esta negación del programa de la IC bajo Lenin y Trotsky, que enarboló la revolución socialista internacional, tuvo como corolario el esquema oportunista de una “revolución por etapas”. Según esta receta, los campesinos serían llamados a jugar un papel protagónico ... en una “revolución” democrático-burguesa (es decir, capitalista) contra un supuesto régimen feudal o semifeudal: según la “Resolución sobre la cuestión campesina en Latino-America”, se “imprime un contenido agrario predominante a la revolución democrático-burguesa” (Correspondencia Sudamericana, agosto de 1929). Más tarde, cuando la IC pasa del centrismo al reformismo abierto a mediados de los años 30, plantean la lucha por una reforma agraria en un marco capitalista, en lugar de luchar por una revolución agraria como parte de la revolución socialista.

En la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de junio de 1929, hubo una extensa discusión del “problema de las razas en América Latina”, que trató de la cuestión indígena y del negro. Pero no hubo concordancia sobre una resolución, y el proyecto de tesis que fue publicado después tuvo dos secciones resolutivas encontradas, que diferían sobre si se debía siquiera mencionar “la lucha de los indios por la reivindicación de su nacionalidad oprimida” (Correspondencia Sudamericana, agosto de 1929). El autor del informe a la conferencia de los PC latinoamericanos fue el intelectual peruano José Carlos Mariátegui, el más importante teórico latinoamericano de la IC, quien murió al año siguiente. En el informe hizo una fuerte denuncia de la opresión del indígena, haciendo notar que: “La explotación de los indígenas en la América Latina trata también de justificarse con el pretexto de que sirve a la redención cultural y moral de las razas oprimidas.” Señaló que en la Conquista, los invasores “rápidamente procedieron a encadenar las conciencias, al mismo tiempo que esclavizaban los cuerpos. Esto facilitaba enormemente el sometimiento económico, objeto primordial de los súbditos católicos”.

Mariátegui insistió con razón que, “Es imprescindible dar al movimiento del proletariado indígena o negro, agrícola e industrial, un carácter neto de lucha de clases.” Sin embargo, él minimizó sistemáticamente la discriminación racista contra los negros, al punto de afirmar: “De la constatación de su rol económico y de sus condiciones sociales, se desprende el hecho de que en la América Latina, en general, el problema negro no asume un acentuado aspecto racial.” Y sostuvo erróneamente que, “el aspecto puramente racial del problema, por lo que a ambas razas se refiere, se encuentra también fuertemente disminuido por la proporción importante del mestizaje” (Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, El movimiento revolucionario latino americano [1929]).

Los incipientes partidos comunistas latinoamericanos de la época estuvieron metidos en una lucha encarnizada contra la corriente nacionalista pequeñoburguesa de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). El caudillo aprista Víctor Raúl Haya de la Torre utilizó un lenguaje seudomarxista para vender su demagogia de una revolución “indoamericana”. En su afán de atacar al indígeno-nacionalismo del APRA, el informe a la conferencia del 29 sostuvo:
“El  problema indígena, en la mayoría de los casos, se identifica con el problema de la tierra. La ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas no son sino la consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal mantiene la explotación y la dominación absolutas de las masas indígenas por la clase propietaria. La lucha de los indios contra los gamonales ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorción y el despojo. Existe, por tanto, una instintiva y profunda reivindicación indígena: la reivindicación de la tierra.”
En su libro famoso, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), Mariátegui insiste en que “La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de  propiedad de la tierra.” Esto es correcto, y constituye el punto de partida para un análisis marxista. Pero Mariátegui va más lejos al rechazar categóricamente “la suposición de que el problema indígena es un problema étnico”. Resume el aporte del marxismo en la frase: “El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra.” Al reducir la cuestión indígena a la de la tierra, la hace equivalente a la cuestión campesina y le quita su particularidad.

En otro texto, un prólogo al libro de Luis Valcárcel, Tempestad en los Andes, Mariátegui se pone lírico, afirmando que “Es el mito, es la idea de la revolución socialista” el que “levanta el alma del indio”. Hasta sostiene que “el pueblo incáico...construyó el más desarrollado sistema comunista”, basando esta opinión en la comunidad campesina, el ayllu. Pero estas comunidades no eran creación del inca, sino una supervivencia del antiguo modo de producción tribal que predominaba entre los pueblos conquistados por los incas. Y aunque esta comunidad, que no conoció la propiedad privada de la tierra sino la distribución de parcelas en usufructo, podría haber servido como puente a la socialización de la agricultura, como Marx preconizó respecto a la aldea campesina rusa, el mir, la persistencia del ayllu se explica en parte por el hecho de que también le sirvió al Tawantinsuyo (el imperio incásico), a la colonia española y a los latifundistas republicanas como medio para extraer el tributo de sus súbditos indígenas.

Durante muchos años, Mariátegui no era del agrado de los popes estalinistas en Moscú, por considerarlo populista. Pero ellos también, desde una óptica reformista, identificaban el indígena plena y llanamente con el campesino tal cual. Resumieron su programa para el campo en la lucha por una reforma agraria. Así fue el caso de la Federación Ecuatoriana del Indio, formalmente fundada en 1944 mientras el PCE entregó el poder al gobierno frentepopulista de José María Velasco Ibarra. Combinaron estas demandas “democráticas” con una política “indígenista” que buscaba asimilar a los indios a la sociedad burguesa blanco-mestiza, manteniendo a lo máximo un barniz cultural folclórico. Este fue el propósito del I Congreso Indigenista Interamericano convocado por el presidente mexicano Lázaro Cárdenas en 1940 y celebrado en el pueblo indígena de Pátzcuaro, Michoacán. Pero no sólo los estalinistas con sus frentes populares redujeron la cuestión indígena a la tenencia de la tierra. En un artículo titulado “La lucha de clases y el problema indígena”, publicado en la revista Clave N° 2 (noviembre de 1938), Diego Rivera, poco antes de su ruptura con la IV Internacional de Trotsky, resumió: “Los indios, siendo la parte más atrasada de la población, sufren más. En este terreno, la solución de la cuestión llamada indígena, significa la lucha por la revolución agraria.” En este caso, sí plantea la necesidad de una revolución obrera, pero hace caso omiso de reivindicaciones específicas respecto a la opresión de los indígenas.
La revolución obrera en todo Ecuador tendrá un carácter indígena

http://www.internationalist.org/nacionalidadesmapawww.jpgLa cuestión indígena en América Latina es un caso de opresión especial (como lo son también las de los negros y de la mujer), en este caso referente a los descendientes de los pueblos autóctonos que poblaron el continente americano antes de la llegada de los colonizadores europeos. Después de la independencia, los amos de las repúblicas burguesas mantuvieron a la población colonizada en su condición servil, tanto en las grandes haciendas como en las comunas indias denominadas “libres”. La gran masa indígena sufrió y sigue sufriendo a la vez una opresión de carácter étnico-racial y una feroz explotación económica como campesinos. Después de la abolición formal de la servidumbre (en el caso ecuatoriano, bien recientemente), sigue siendo una población sojuzgada. Esta opresión está arraigada en el modo de producción capitalista, y no puede ser eliminada sin una revolución socialista que derroque a la clase dominante burguesa. Pero no se limita la explotación económica: abarca diferentes formas de subyugación, desde prohibiciones lingüísticas, la negación de derechos democráticos, la discriminación social sistemática, etc. No tiene las mismas características exactas de un país a otro: la situación del Ecuador, donde la población indígena es calculada entre el 35 y el 40 por ciento de la población total, y de México, donde constituye un 10 por ciento del total, no es lo mismo. Aún dentro de un país no es idéntica: la situación de los indios amazónicos del Ecuador difiere en aspectos importantes de la de los indígenas serranos.

Muchos analistas burgueses hablan de los indígenas como si se tratara de un caso típico de una nación oprimida, o una colonia. Es la tesis de Rodolfo Stavenhagen, que considera a los indígenas una “colonia interna”. Los seudotrotskistas de la Fracción Trotskista (FT/PTS), también hablan de la cuestión indígena en el Ecuador como “el problema de la tierra y la opresión nacional”, o más escuetamente “la cuestión nacional indígena”. Del hecho de que la CONAIE exige un “estado plurinacional”, la FT deduce “que el movimiento [de] indígenas forma un conglomerado de nacionalidades oprimidas”. Siguiendo esta pauta llama por el “derecho a la autodeterminación de los pueblos-naciones indígenas”. ¿Qué significa en este caso la demanda de autodeterminación? Polemizando contra Rosa Luxemburg, quien preguntaba con ironía qué podría significar este término, Lenin señaló en su panfleto “El derecho de las naciones a la autodeterminación” (1914) que “por autodeterminación de las naciones se entiende su separación estatal de las colectividades de otra nación, se entiende la formación de un Estado nacional independiente”. ¿Será entonces que la FT llama por la independencia de naciones indígenas en el Ecuador? No lo dicen directamente, pero es la lógica de su planteamiento. Con este enfoque preconiza una lucha separada, si no es directamente separatista, de los indígenas ecuatorianos (y de los afroecuatorianos).

Hoy en día, muchos académicos burgueses (y algunos seudomarxistas como Michael Löwy y Eric Hobsbawm) han adoptado una definición enteramente idealista de la nación, como una “comunidad imaginada de hombres y mujeres” o términos equivalentes. Así sólo dependería de la conciencia de sí mismos que tienen los integrantes de la nación. El criterio marxista, en cambio, se basa en el análisis materialista. Según los bolcheviques, una nación consiste en una comunidad estable e históricamente formada sobre la base de una comunidad de lengua, territorio, economía y cultura. El estado-nación es una característica del modo de producción capitalista, y es el marco predilecto del dominio de las burguesías nacionales. En el caso de los pueblos indios de la Amazonía ecuatoriana, los Shuar y Huaorani, y de tribus aun menos numerosas como los Cofán y Secoya, son pueblos claramente prenacionales, donde todavía prevalece el modo de producción tribal (a pesar de substanciales intrusiones de la economía capitalista, sobre todo con la llegada de los petroleros, los madereros y los soldados). Los pueblos de habla quichua de la sierra, en cambio, revisten algunas características de una nación (lengua y cultura común), pero por su ubicación territorial, esparcida en comunidades en toda la zona céntrica del país, y su creciente participación en la economía nacional de Ecuador, no constituyen una nación sino más exactamente una nacionalidad oprimida.

En realidad, dentro de una nacionalidad Kichwa hay múltiples pueblos de habla quichua, lo que refleja el hecho de que los varios señoríos indígenas de la zona quiteña sólo fueron parcialmente conquistados por el Tawantinsuyo, y esto pocos años antes de la conquista española. Esto explica en parte la multiplicidad de las organizaciones indígenas de la sierra. Más importante son los aspectos territoriales y económicos. En los primeros decenios del siglo XX, se podría haber desprendido eventualmente una nación quichua en la zona andina del Perú, donde predominaban las haciendas semifeudales y comunidades indígenas que producían principalmente por el autoconsumo, y que estuvo bastante aislada de la zona costeña, de predominancia blanca y mestiza. Pero ¿cómo sería la autodeterminación de una nación Kichwa en el Ecuador hoy día cuando los indígenas constituyen la mayoría de la población de la sierra y la abrumadora mayoría de los campos y pequeñas ciudades ahí, y abastecen las áreas urbanas con su producción agrícola que es principalmente dirigida al mercado? Sería una “nación” de toda la sierra, y su “independencia” sería en realidad la separación de las zonas costeñas. En efecto, ¡sería la realización del sueño reaccionario de los más retrógrados banqueros y comerciantes de Guayaquil!

En el caso de Rusia, que mantuvo bajo su férula a un centenar de pueblos, nacionalidades y naciones oprimidas, los bolcheviques dirigidos por Lenin y Trotsky se esforzaron por buscar formas flexibles para realizar su promesa de liberar a todos los presos de la cárcel de naciones y de pueblos oprimidos que fue el imperio zarista. En el caso de las naciones grandes (y algunas pequeñas) de la zona occidental se reconoció el derecho de la autodeterminación – es decir, de la independencia – aún bajo dominación burguesa. Finlandia, Polonia y los estados bálticos se separaron bajo dominación burguesa, la Ucrania y Bielorrusia quedaron dentro de la federación, como repúblicas de lo que luego pasó a ser la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Posteriormente (y tras una lucha con el chovinista gran ruso de origen georgiano, Stalin), las naciones del Cáucaso y las nacionalidades musulmanas de Asia Central también formaron repúblicas de la URSS. Para las nacionalidades menos desarrolladas (como los tartares, los kalmyk, los daghestanos, los mongoles-buryat), se crearon “republicas soviéticas asociadas” que gozaron de autonomía territorial dentro de las repúblicas de la unión. Para pueblos prenacionales hubo rayones (distritos) y hasta cantones autónomos. Esto permitió al principio un considerable florecimiento cultural, aunque finalmente fue sofocado por el peso aplastante de la burocracia estalinista.

En un país como Ecuador, donde la servidumbre en la forma del huasipungo y de la huasicama fue formalmente abolida sólo en 1964, hay pueblos prenacionales en diferentes niveles de desarrollo. Pero lo fundamental, es que la liberación de los indígenas ecuatorianos no es una cuestión de formar otro estado independiente, sino que tiene que ser la obra de los obreros, campesinos e indígenas, de los explotados y oprimidos de todo el país. Una revolución obrera tendría un carácter marcadamente indígena en todas las zonas, en el litoral pacífico no menos que en le sierra andina. Una separación regional de elementos reaccionarios guayaquileños tendría que ser aplastada como la Revolución Francesa aplastó a la rebelión monárquica de la Vendée. Bajo dominación burguesa, todo esquema de autonomía para los pueblos indígenas será un fraude, una burla. Pero dentro del marco de un gobierno obrero, campesino e indígena del Ecuador, o sea, bajo la dictadura del proletariado, parte de una federación andina de repúblicas obreras, sería posible una gran variedad de formas autonómicas para reflejar la rica variedad de los pueblos. Para los pueblos de la zona amazónica, la autonomía no se limitaría a los rincones a los cuales han sido forzados a refugiarse de las incursiones capitalistas. Y eliminada la contienda nacionalista Perú-Ecuador, que sólo sirve los intereses de los imperialistas y sus socios menores, será posible unir los pueblos indígenas divididos por esta frontera artificial y hasta invisible.
La lucha por un partido leninista-trotskista,
y el gobierno obrero, campesino e indígena
En su famoso libro, ¿Qué hacer?, el dirigente bolchevique Vladimir Lenin, subrayó la necesidad para el partido obrero revolucionario de actuar como un “tribuno popular”, es decir, el abanderado de todos los oprimidos en su lucha contra el capitalismo. El revolucionario profesional no busca ser “el secretario tradeunionista [sindical], sino el tribuno popular que sabe reaccionar ante toda manifestación de arbitrariedad, de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado”. Este aspecto, de colocar el proletariado a la cabeza de las luchas de las capas oprimidas, es una característica básica que distingue un partido leninista-trotskista de los partidos reformistas, de corte socialdemócrata o estalinista, que limitan su acción a los límites permitidos por el capitalismo. En lugar de ser partidos de gobierno, como los PC y PS, que forman alianzas, coaliciones y toda suerte de bloques podridos con sectores burgueses, los bolcheviques buscamos forjar el partido de la oposición intransigente.

http://www.internationalist.org/mrt010578www.jpgContingente del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores, en marcha del 1° de mayo de 1978. El MRT tuvo fuerte influencia en el FENOC cuando ésta se proclamó “socialista” en los años 70.
(Foto: Editorial El Conejo)


En el caso ecuatoriano, por muy dolida que se da con su experiencia de ser “limones comprimidos” por Lucio Gutiérrez, la izquierda tradicional sigue irremediablemente en los cauces frentepopulistas. Anhelan ser, precisamente, secretarios sindicales reformistas, y por lo tanto no ofrecen, ni pueden ofrecer, un programa revolucionaria para la liberación de los indígenas, los negros y todos los trabajadores. Ahora diversas organizaciones de la izquierda ecuatoriana, reunidas en un Congreso de los Pueblos en Quito, han formado un “Comando del Pueblo”, aprobando una “Estrategia Unificada para derrotar al neoliberalismo”, y llamando a movilizaciones contra el gobierno para el 21 de agosto (CMI, 12 de julio). Los reducidos círculos que se identifican (erróneamente) con el trotskismo no ofrecen una alternativa revolucionaria. La Corriente Democracia Socialista (afiliada con el Secretarido Unificado, del difunto Ernest Mandel), se distingue por su programa abiertamente socialdemócrata (busca “la extensión de la democracia de los sectores populares”) que presenta “retos para el nuevo gobierno” del ex coronel Gutiérrez (International Viewpoint, febrero de 2003). En lugar de poner “retos” al gobierno burgués, embellecer la democracia burguesa, “refundar” la república burguesa o luchar contra “neoliberalismo”, los revolucionarios auténticos enarbolan un programa de lucha contra el régimen y los partidos que colaboren con él, contra el capitalismo y por la revolución socialista.

En el Ecuador, como hemos indicado, la cuestión de la tierra es una de las cuestiones primordiales para dar una solución revolucionaria a la opresión de los pueblos indígenas, sobre todo para los agricultores de la sierra. Hay que luchar por una revolución agraria, en la que los campesinos, indígenas y no indígenas, se apoderan de las grandes haciendas y granjas en lugar de hacer peticiones a una agencia gubernamental de reforma agraria. Pero, como han subrayado Marx, Engels, Lenin y Trotsky, los campesinos – una capa intermedia que carece de la cohesión y solidez de interés de una clase – no puede dirigir la revolución. Realizar esta meta sólo será posible en el contexto de una revolución obrera que expropiaría las haciendas capitalistas (como las fincas lecheras de la sierra), y no solamente unos pastos “semifeudales” como pretenden los estalinistas. El proletariado revolucionario no busca “modernizar” a la agricultura burguesa sino tumbar a la clase dominante que durante siglos ha oprimido a los indios. En las fincas y granjas que cuentan con maquinaria moderna, será posible la colectivización voluntaria de la producción. En otros casos, el reparto de toda la tierra entre los que la trabajan (y no solamente de los terrenos no productivos en el monte, como hasta ahora) será la norma. La nacionalización de la tierra hará posible prácticas indígenas tradicionales como el reparto anual por la comuna y el trabajo voluntario de las mingas, que podrían preparar el paso a una agricultura socializada, de alto nivel tecnológico, que sentaría las bases para eliminar la miseria secular del campo.

La autonomía para los pueblos indígenas que lo deseen daría la posibilidad de un desarrollo harmonioso de los indios amazónicos hacia el socialismo sin el temor constante de ser expulsados de sus tierras, como es el caso hoy. Este temor ha originado conflictos hasta con otros grupos indígenas, como la matanza reciente de indios Tagaeri por los Huaorani, aparentemente armados por empresas madereras. Habría que proporcionar la ayuda económica necesaria para elevar el nivel económico acorde con los deseos de estos pueblos, y no en función de los intereses de las empresas petroleras. Es posible también que formas de autonomía regional serían factibles en la sierra. En cuanto a demandas por la introducción del derecho consuetudinario, los marxistas insistimos en la necesidad de una justicia conforme con la defensa de todos los oprimidos. En nombre de la justicia tradicional han habido hasta linchamientos de ladrones, o en un caso reciente se desnudó a una mujer y la sujetó al azote por vender falsos boletos de lotería, castigos que no serían permitidos por un gobierno revolucionario, ni serían exigidos por los pobladores una vez que la justicia no sea una institución ajena sino una acción colectiva de ellos mismos según las normas revolucionarias.

Hasta los años 80, los derechos democráticos de las población indígena del Ecuador eran negados mediante una serie de mecanismos, desde el peonaje del huasipungo hasta la prohibición del voto de los analfabetos (en castellano). Aunque se ha introducido un programa nacional de educación bilingüe, la calidad de las escuelas en las zonas indígenas es netamente inferior, y el pago de los maestros escandaloso. Así los revolucionarios (en particular entre los maestros) deben luchar por una educación fiscal primaria y secundaria multilingüe de alta calidad, accesible a todos, por la nacionalización de las universidades, y por la matriculación libre para la educación superior, sin costo ni exclusividad, con estipendios para proveer el sustento de estudiantes de ingresos bajos o inexistentes. En estas y otras esferas, persiste hoy una discriminación sistemática contra los indígenas. Se han reportado casos de escuelas que exigen cortar los pelos largos tradicionales y prohíben vestimenta indígena; hay pueblos que impiden la entrada de indígenas, y plazas públicas que dificultan el acceso a los negros. Son rutinarios los anuncios de empleo que exigen una “buena presencia”, lo que es entendido por todo el mundo como una forma de excluir a los indígenas o los negros. Hay que combatir toda discriminación, como por ejemplo en contra de los homosexuales, a sabiendas de que el racismo, el sexismo y la homofobia sólo desaparecerán con la destrucción del sistema capitalista que los engendra.

En esta lucha es imprescindible forjar la unidad revolucionaria entre los aproximadamente 3.500.000 indígenas del Ecuador y los 500.000 afroecuatorianos que viven en la costa, en el Valle del Chota y con una creciente presencia en la capital. Indígenas y negros son objetos preferidos de la represión de la policía y el ejército; también padecen tasas de desempleo mucho más altas que los mestizos y blancos. Pero la unidad de estos sectores oprimidos hasta ahora existe más que todo en los pronunciamientos formales y huecos. De hecho, algunas de las peores agresiones que han sufrido comunidades campesinas negras de Esermaldas, fueron de parte de campesinos indígenas que disputaban las mismas tierras. Es preciso destacar la historia de resistencia de la población negra del país, descendiente en gran medida de cimarrones (esclavos fugados y sublevados) que vivían en los palenques (pueblos fortificados). El palenque más famoso fue el de Esmeraldas, que acogió a esclavos que huyeron de Colombia. En los años 70, una de las luchas más importantes del agro fue la ocupación de una hacienda en Imbabura, que resultó en una represión policíaca masiva, la quema de las viviendas de los trabajadores agrícolas y el asesinato policial del dirigente negro Mardoqueo León. En 1995, el diputado negro y dirigente del PCMLE Jaime Hurtado fue asesinado junto con dos compañeros por sicarios en contubernio con la policía.

Objetos de una doble y hasta triple opresión, las mujeres indígenas han jugado un papel de vanguardia en las luchas campesinas desde tiempos de la colonia. Hoy, las mujeres tienen un papel económico mucho mayor que en el pasado reciente, debido en parte a la emigración de hasta 1,5 millones de ecuatorianos, en su gran mayoría hombres, en busca de trabajo en el exterior. Así el porcentaje de mujeres ecuatorianas económicamente activas fuera del hogar pasó del 17 por ciento en el 74 hasta el 43 por ciento dos décadas más tarde. Esto se refleja en la participación activa de indígenas en los levantamientos de la última década. Por otro lado, más del 50 por ciento de las indígenas siguen siendo analfabetas, y sufren también altos índices de mortalidad en el embarazo y parto. Se debe a la deficiente y hasta inexistente atención médica que reciben, y a las pésimas condiciones económicas en que viven. Los trotskistas luchamos por la plena participación de la mujer en el trabajo social, con salario igual por trabajo igual; por guarderías infantiles gratuitas, financiadas por las empresas y abiertas 24 horas al día; por un sistema de salud socializado, de alta calidad; por el derecho al aborto libre y gratuito; y por la socialización de las tareas domésticas en el marco de una economía planificada. ¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

Como muestran las recientes huelgas magisterial y petrolera, todos los trabajadores sufren de la represión, la explotación y la opresión del capitalismo. Las alzas en el precio de combustibles, agua, electricidad y medicinas golpean a todos. Los seudosocialistas y el movimiento indígena han arremetido en años recientes contra el “neoliberalismo” y la “globalización”. En realidad, el origen de la miseria, el desempleo y otros flagelos se encuentra en el capitalismo y el imperialismo: no resultan de una mera política sino de un sistema que hay que tumbar. Un partido obrero lucharía por un programa de empleos para todos, mediante la escala móvil de salarios y horas de trabajo. Frente a las estafas millonarias de los banqueros y politiqueros, exigiría la abolición del “secreto comercial” y por medio de la acción obrera abriría los libros de contabilidad de las empresas. En los puntos más altos de la lucha, impondría el control obrero de la producción mediante comités de fábrica. Será necesario formar comités de autodefensa obrera, campesina e indígena, desarrollándose en milicias de trabajadores, para proteger a las huelgas y las acciones campesinas contra los matones patronales. Todas estas medidas transitorias apuntan hacia la revolución obrera y una economía planificada, que por primera vez hará posible la liberación de los indígenas, los negros, las mujeres y todos los oprimidos.

Pero tal revolución no se puede limitar a los estrechos contornos de un pequeño país andino. Es imprescindible luchar sobre la base de un programa proletario internacionalista. Mientras los estalinistas “M-L” del Ecuador y del Perú apoyaron a sus propias burguesías en la interminable contienda fronteriza y la guerra del 95, hasta criticándolas de “vendepatrias” por sacrificar el sagrado territorio nacional, los trotskistas asumimos la posición bolchevique de derrotismo revolucionario en ambos bandos de esta guerra reaccionaria. Hoy día, cuando el imperialismo yanqui está incrementando su intervención en la región, dirigida principalmente al aplastamiento de las guerrillas colombianas, es urgente movilizar la fuerza de la clase obrera, los campesinos e indígenas para echar a los militares norteamericanos de la base aérea de Manta, y de todas las instalaciones militares del país. A despecho de sus declaraciones huecas de solidaridad y oposición a la presencia estadounidense en Manta, la presencia de los ministros de Pachakutik y del PCMLE-MPD en el gobierno ha avalado la intervención militar del imperialismo. Es de anotar también cómo estos partidos participaron en las protestas contra la invasión imperialista al Irak orientando las demandas a presionar a Gutiérrez en lugar de luchar directamente en contra de quien se declaró el “mejor aliado” del guerrerista Bush. El nacionalismo y el frentepopulismo van de la mano para engendrar la capitulación ante el imperialismo.

Los trabajadores e indígenas ecuatorianos están posicionados hoy como nunca antes para que su lucha tenga un impacto internacional. La emigración de más del 15 por ciento de la población total del país, a la vez refleja la dolorosa situación económica del país, donde la gran mayoría vive en la pobreza, y ha colocado a trabajadores ecuatorianos en el seno de las metrópolis europeas y norteamericanas. Más de 100.000 ecuatorianos viven sólo en la ciudad de Nueva York, trabajando en los “talleres de sudor” de la industria de la costura y en la construcción. Cientos de miles de ecuatorianos están radicados en España, donde han sido víctimas de la xenofobia y de atropellos del gobierno del ex franquista Aznar. Al luchar contra las persecuciones anti-inmigrantes, exigiendo plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes, y contra las guerras imperialistas, desde Irak hasta Colombia, los trabajadores ecuatorianos pueden tener un efecto que extiende mucho más allá de Sudamérica hasta los centros imperialistas. Pero para eso, el instrumento imprescindible es un partido leninista-trotskista de vanguardia, que infunda la conciencia revolucionaria en los trabajadores más avanzados, la juventud rebelde, las mujeres y los luchadores indígenas. Mediante su intervención en la lucha de clases y su trabajo de formación marxista de cuadros, este partido prepara las condiciones para verdaderos triunfos futuros de los trabajadores.

Con la dirección de un partido obrero revolucionario, uniendo los “ponchos rojos” al proletariado internacional, los trabajadores de este país indígena podrían desencadenar una revolución obrera con una fuerza superior a Cotopaxi y Chimborazo, que se sentirá hasta en Wall Street. ¡Por un gobierno obrero, campesino e indígena, en una federación andina de repúblicas obreras y los estados unidos socialistas de América Latina! ¡Por la lucha común con los trabajadores norteamericanos y europeos! ¡Abajo el nacionalismo burgués – viva el internacionalismo proletario revolucionario! ¡Luchemos por reforjar la IV Internacional de




 

jueves, 14 de julio de 2011

HISTORIA INDIGENA VENEZOLANA.


Las tribus indígenas, sostuvieron una tenaz lucha contra el invasor español, donde el conocimiento de materiales bélicos de la época jugo papel importante en el exterminio de los grupos aborígenes.
Los caribes, al igual que otras tribus, mostraron una resistencia implacable contra quienes buscaban someterlos en su propia tierra. Los caballos, perros amaestrados, arcabuces, fuerte vestidura y una gran experiencia en el arte de la guerra no lograron extinguir el grito de libertad que retumbaba en las montañas venezolanas, con flechas y lanzas combatieron con tenacidad regando los campos de batalla con su sangre americana.
Esta lucha encarnizada duró varios años de enfrentamientos; hubo episodios de heroísmo, destacando el ímpetu y gallardía de valientes caciques como: Guaicaipuro, Baruta, Chacao, Tamanaco, entre otros.
Aramaipuro
Este cacique fue uno de los jefes de los temibles mariches. Formó parte de la coalición de caciques que se enfrentó a Losada en Maracapana. Bajo su mando actuaron los caciques Chacao y Baruta, y como una especie de jefe de estado mayor participó el cacique Aricabuto.
Según Oviedo y Baños, Aramaipuro se presentó con un ejército integrado por tres mil flecheros. Fue la más grande concentración indígena en un batalla concebida para destruir al invasor. La estrategia fue tan bien planeada que Diego de Losada sólo se enteró del peligro cuando ya la mayor parte de las tribus se había reunido.
Aramaipuro y sus hombres esperaron a Guaicaipuro, pero al no llegar éste tomaron la decisión de retirarse sin presentar batalla. Sólo Tiuna y sus bravos se quedaron, pelearon y murieron.
Aramaipuro siguió peleando muchos años y ya viejo se retiró con sus hombres hacia la costa oriental, en donde se enfrentó a Sir Walter Raleigh, que en 1595 asaltó Cumaná, donde murió. Los piratas atraparon a su hija Urimare que fue destinada como trofeo de guerra para Raleigh, pero la agilidad y coraje de la muchacha la ayudaron a fugarse del bergantín inglés, ganando a nado la costa, pero al llegar a la playa los españoles la hicieron prisionera. Varios meses estuvo Urimare esclavizada por los íberos, hasta que un día, ante el intento de violación de uno de los soldados, Urimare lo hiere mortalmente y huye. Llega a las tierras de Guaicamacuto. El viejo cacique la hace su hija adoptiva. Cuenta la leyenda que Urimare, la hija del gran Aramaipuro, consiguió que la tribu de su padre la obedeciera y se convirtió en la primera mujer en gobernar en este territorio. Al principio, combatió a los españoles, pero aconsejada por su padre adoptivo decide hacer la paz.
Arichuna
Arichuna pertenecía a la tribu de los jiraharas, ubicando su radio de acción en la región de lo que hoy es Lara y parte de Yaracuy. Se formó bajo las órdenes del cacique Queipa y a la muerte de éste, fue seleccionado para dirigir la tribu con el rango de cacique. Luchó al mismo tiempo contra los españoles y contra otra tribu enemiga dirigida por el cacique Guaratarí.
Fue el primer cacique que tuvo que ver con la Santa Inquisición, debido a su amistad con Juan Fernández, de origen morisco-portugués, quien fue acusado de herejía por el Tribunal Inquisidor y condenado a muerte. Arichuna, que había aceptado la paz, y que se dedicaba al comercio de especias con los españoles, no pudo creer que aquel hombre, de buenos sentimientos pudiera ser un hereje. Trata de interceder en su favor. El Gobernador Juan de Leiva no quiso tomar cartas en el asunto y Arichuna decide salvarle la vida a su amigo, ataca la prisión, en Valencia, y logra liberar a Juan Fernández. Este hecho ocurrió a finales de 1556. Pasado cierto tiempo, obtuvo el perdón, pero su agradecimiento por Arichuna fue tal que jamás abandonó la tribu.
Arichuna vivió muchos años comerciando con los españoles y éstos lo tuvieron siempre en alta estima.
Baruta
Hijo de Guaicaipuro y de Urquía, Baruta recibe de manos de su madre el penacho con plumas rojas, que había usado su padre, al tiempo que le decía:
"Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor."
Baruta no solo atacaba al enemigo, sino que con frecuencia establecía pactos y alianzas con otras tribus rebeldes y obtenía grandes victorias. Sin embargo, en un enfrentamiento contra los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci González de Silva, que para ese momento era el Regidor del Cabildo, y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle mayor bienestar a sus pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de la firma de un tratado de paz aceptado por el cacique.
Baruta fue un gran jefe en la paz, gozó de la máxima consideración de los españoles, respetaron su autoridad y sus tradiciones, cooperaron con él, enseñándole nuevas técnicas ganaderas y de cultivos.
Al morir Baruta fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el Gobernador Francisco de La Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta.
Catia
El cacique Catia ejercía su mando en el territorio ubicado desde la fila que ocupaban los mariches, siguiendo toda la serranía que circunda a Caracas, hasta el litoral. Le gustaba enseñar a los jóvenes guerreros y entre sus alumnos estaba el inmortal cacique Tiuna. Supo ganarse la amistad de numerosos caciques y jefes de tribus. Fueron sus aliados, entre otros, Guaicaipuro, Mamacuri, Guaicamacuto, Naiguatá, Chacao, Baruta y Prepocunate, con cuya colaboración obtuvo significativas victorias. Derrotó a las huestes de Garci González en el valle de Los Guayabos. Era gran estratega, fue piache, con grandes conocimientos de hechicería, magia y artes curativas.
Cuando murió Guaicaipuro, quiso recomenzar sus proyectos para enfrentar al enemigo y se entrevistó con sus caciques amigos, pero cansados de combatir, desmoralizados por la muerte de Guaicaipuro y después de la batalla de Maracapana, ninguno de ellos quiso volver a los enfrentamientos aborígenes.
Muere en Los Teques, en 1568, luchando contra las tropas de Diego de Losada.
Cayaurima
Cacique cumanagoto de formidables atributos para la lucha, logró que numerosas tribus vecinas e incluso lejanas se unieran a la suya en la contienda a muerte contra el invasor.
En 1520, hace frente a los españoles asentados en Nueva Andalucía, hoy Cumaná. En una de esas batallas dan muerte al gobernador, capitán Diego Fernández de Zerpa, primer mandatario español en esa población.
Cayaurima se caracterizó por su cojera, producto de una estocada de lanza recibida en combate. Cae muerto en una celada que los españoles le tendieron, cuando merodeaba un campamento castellano.
Chacao
Chacao, llamado el Hércules americano, de raza caribe, gobernaba justamente en la región caraqueña que hoy lleva su nombre, pero su dominio iba mucho más allá, acercándose a Los Teques. Su aspecto físico era impresionante, era de gran tamaño, tenía audacia y una capacidad muy especial para preparar ataques tipo comando.
Su cacicazgo lo ejercía con sentido democrático y no se recuerda ninguna injusticia cometida contra su gente. Era respetuoso de las normas y de las tradiciones que regían a su pueblo, inclinándose fuertemente por la ayuda a los más débiles, especialmente niños y mujeres.
Su territorio lo defendió con tesón y empuje. Se alió con Guaicaipuro y participó en la coalición de jefes que durante siete años mantuvieron el control sobre todo el valle de los Caracas y la región montañosa de los indios Teques. En 1567 el indio Chacao se enfrenta a Juan de Gámez, oficial de Diego de Losada, quien lo reduce a prisión. Al saber Losada que el bravo Chacao es su prisionero, decide dialogar con él y recobró su libertad. En 1568 renueva su alianza con Guaicaipuro y con sus hombres acude al sitio de Maracapana, serranía adyacente a Caracas.
Conocida su inclinación a ayudar a los débiles, especialmente a los niños y mujeres, se le hace saber que un capitán llamado Catario había secuestrado a dos indiecitos y que los tenía esclavizados, juró rescatarlos y devolverlos sanos y salvos a su familia. Chacao fue a rescatar a los niños, entró con gran destreza al campamento español y los liberó. Los hombres de Chacao observaron que su jefe estaba gravemente herido, fue atendido de inmediato por su piache, pero ya no había nada que hacer, el cacique había perdido mucha sangre. Su muerte causó un profundo dolor en su pueblo.
Chicuramay -Cuaicurián
Chicuramay fue uno de los veintitrés caciques que fueron condenados a muerte después de la desaparición de Guaicaipuro, por una cruel decisión de la Alcaldía de Caracas, que deseaba alcanzar rápidamente la pacificación del valle. El alcalde los hizo aprisionar, los juzgó sin pruebas y los condenó a muerte. Chicuramay era un cacique muy joven, valiente y amado por su gente, lo que motivó que uno de sus guerreros, el bravo Cuaicurián, se presentara a los jueces, que eran Pedro Ponce de León y Martín Fernández de Antequera y les afirmara que estaban en un error y que el verdadero cacique Chicuramay era él. Sorprendidos los dos funcionarios por la aseveración, procedieron a interrogarlo y quedaron convencidos, ya que Cuaicurián era un joven fuerte con dotes de mando y con conocimientos de las operaciones de su tribu.
Cuando Chicuramay recibió la noticia de que estaba en libertad, no imaginó nunca la dolorosa razón que la causaba.
Cuaicurián fue torturado por indios mercenarios, al igual que los otros 22 caciques, y al despuntar el alba fue salvajemente asesinado. Era el año 1569. Chicuramay tembló de ira al saber toda la verdad y buscó venganza. Averiguó que el asesino había sido un hombre de apellido Portolés, que trabajaba como asistente de Fernández de Antequera y le quitó la vida.
Conopaima
Hombre de confianza de Guaicaipuro, alcanza el cacicazgo después de la muerte de éste. Se cree que fue de origen caribe, procedente de lejanas tierras. Llegó a las proximidades de Los Teques y se radicó en El Peñón.
Venció en muchas peleas al lado de Guaicaipuro y una de sus más sonadas victorias fue la de Las Adjuntas.
En enfrentamiento con Garci González de Silva, en el sitio de Los Carrizales, en 1572, donde al bravo Sorocaima le es amputada la mano, el cacique Conopaima decide buscar la paz con el invasor y se retira de la lucha. Más tarde se arrepiente de su determinación y vuelve a la lucha contra el enemigo. Una noche, estando con su esposa a orillas del río Macarao los españoles los emboscaron y les dispararon para matarlos. La mujer del cacique resultó herida. Conopaima la tomó en sus brazos y ya en la curiara decidió hundirse con ella para morir juntos, pero no fue necesario, un soldado acabó con la vida del cacique.
 
Guaicaipuro
Nacido en Caracas en 1530 y guerrero de confianza del gran Cacique Catuche, asume el cacicazgo a los 20 años de edad, cuando este cacique muere. Guaicaipuro gobernaba a los Caracas y los Teques, ejerciendo directo control sobre los seis caseríos que circundaban su cuartel general en Suruapo.
En 1560 el Gobernador Pablo Collado nombra a Juan Rodríguez Suárez, Teniente General de la Provincia de Caracas y le ordena pacificar a Guaicaipuro. Rodríguez se alía con el mestizo Francisco Fajardo y vence al Cacique de los Teques en las batallas de San Pedro y La Quebrada.
Fajardo intenta fundar un caserío en lo que hoy es Catia. Sin embargo, ante un ataque ordenado por Guaicaipuro y ejecutado por Paramaconi, el recién fundado caserío (1560) es arrasado. El año siguiente, en 1561, Juan Rodríguez Suárez refunda el caserío con el nombre de Villa de San Francisco, pero corre la misma suerte que el anterior.
En enero de 1562, Guaicaipuro y Terepaima enfrentan y matan al Capitán Luis de Narváez. Guaicaipuro convoca entonces a una alianza estratégica de todos los caciques de la región, aceptan el pacto los jefes Baruta, Naiguatá, Chacao, Aramaipuro, Guaicamacuto, Paramaconi, Terepaima y Chicuramay. Durante años esta alianza se mostró triunfadora, pero Guaicaipuro perdió su oportunidad en Maracapana, en 1568, batalla clave en la que participaron todas las tribus aliadas. Derrotados por el ejército conquistador en forma contundente, la coalición se disuelve y los jefes regresan a sus tierras. Guaicaipuro se refugió en Suruapo. Ese mismo año ataca a Diego de Losada, esté ordena al Alcalde Francisco Infante que ataque a Guaicaipuro en el propio sitio de Suruapo, Infante buscó indios pacificados y fieles a España que conocian el modo de llegar a la vivienda del cacique. En Suruapo penetraron hacia el caney del jefe indio, Guaicaipuro tomó la espada y dio muerte a los que lo atacaron. Se guareció luego en su choza, pero los españoles le prendieron fuego y conminado a rendirse el cacique no aceptó y prefirió morir atrapado por las llamas.
Guaicamacuto
Este cacique de la tribu de los caribes se caracterizó no sólo por ser calculador y astuto, sino también, por ser negociador con sus homólogos y jefes indígenas Comandaba la costa litoral venezolana, desde La Guaira hasta Oriente.
En 1555 inicia su entrada en la historia al recibir al mestizo Francisco Fajardo en forma pacífica.
En 1558, Guaicamacuto en unión con el indio Paisana, dirigió la rebelión contra los españoles.
Promovió la Alianza de Uvero con Terepaima, Catia y Paramacay. Atacó a Rodríguez Suárez, unido a Terepaima y Guaicaipuro en el sitio de Las Lagunas, donde perdió la vida el capitán español.
En 1568 se unió a Guaicaipuro en la batalla de Maracapana.
Más tarde decide pactar con Losada lo que le permitió regir en paz los designios de su pueblo hasta que le sobrevino la muerte a edad avanzada.
Guaratarí - Queipa – Mamacurri
En 1555 Alonso Díaz de Moreno funda la ciudad de Valencia del Rey e inicia tratos con los caciques, con el fin de pacificar la región. Queipa, uno de los caciques más influyentes de la zona, pacta la paz con el conquistador, pero el Cacique Guaratarí no le perdona lo que considera una traición y le declara la guerra a ambos.
Guaratarí enamorado de la princesa Tibaire, hija de Queipa, envía a el Piache El Tiznado a negociar la boda, lo que fracasa y Guaratarí, lleno de furor, inicia una terrible guerra contra el cacique Queipa y su tribu; en ese enfrentamiento el jefe jirahara muere en las manos de El Tiznado. Guaratarí también elimina al cacique Mamacurri y sigue la guerra contra España, sin coordinar con otros caciques, hasta que un día murió su fiel Tiznado y más tarde, él pierde la vida al enfrentarse a los arcabuces españoles, en una batalla cercana a Valencia.
Guarauguta
Este cacique intensificó sus ataques contra el Capitán Diego García de Paredes en 1562 quien es llamado a España y designado gobernador de la provincia de Popayán y cuando venía a tomar posesión de su cargo, en 1563, decide descender en Cabo Blanco, Venezuela, y es atacado por el cacique Guarauguta y pierde la vida al lado de sus lugartenientes Alonso Zapata y Francisco de Las Casas. Pocos hombres pudieron salvar sus vidas. Huyen en su barco y viajan hacia Borburata, esto le dio fama al cacique Guarauguta, quien intensificó sus ataques contra los invasores. El capitán Gómez de La Peña, vence al guerrero, quien muere acribillado en los alrededores de Catia La Mar.
Manaure
Manaure hombre pacífico y negociante apreciaba la paz como sistema de vida. Su relación con los españoles se complicaba en ocasiones, pero no por su culpa. Los conquistadores irrespetaban la autoridad de los caciques y ni siquiera consideran a aquellos jefes que se convertían en sus aliados.
Fue jefe de la nación caquetía o caiquetía, la cual estaba ubicada en la zona que hoy ocupa el estado Falcón.
Era un hombre valeroso, pero prudente, que ostentaba un cacicazgo muy al estilo de las cortes europeas. A diferencia de Guaicaipuro y, en general, los jefes caribes, no sufrió penurias y pruebas antes de ser designado cacique. Representaba a una nación que tenía como principio servir al jefe, brindándole toda clase de comodidades. En sus recorridos, el jefe caquetio era transportado en hamaca o en andas, cargado por sirvientes de su propia tribu. Su área de influencia abarcaba además las islas circunvecinas, hoy llamadas Aruba y Curazao. Su centro de poder lo tenía ubicado en el poblado de Todariquiba, cerca de la actual Sabaneta. Luego de la fundación de Coro, en 1527, se traslada a esa ciudad. Entró en contacto con los españoles a través de sus guerreros Baracuyra y Baltasar. En principio, negociaron la paz con Gonzalo de Sevilla, asistente de Juan de Ampíes, hacia el año 1522. En 1525 un grupo de traficantes de esclavos asaltan la zona y toman prisioneros a varios parientes de Manaure. Ampíes los socorre y los rescata de sus captores, que los habían llevado a Santo Domingo para venderlos, y Manaure quedó para siempre agradecido de Ampíes, quien lo bautiza en 1528 con el nombre de Martín. Cuando Ambrosio Alfinger asume el poder, procede a expulsar a Ampíes y apresa a Manaure. Luego de su liberación, Manaure se retira a unos 300 kilómetros de Coro.
A Manaure le fue conferido señorío sobre tierras y vasallos, pero este trato se rompe y el viejo cacique se refugia con sus bravos en las tierras de Yaracuy, que le da protección, y allí muere en un enfrentamiento con los hispánicos en el sitio de El Tocuyo.
Mara
Este cacique de trato firme y autoritario, asumía toda la figura autocrática de quien gobierna asistido por poderes sobrenaturales.
Fue caudillo de una vasta región occidental que se extendía desde las orillas del lago conocido como Maracaibo y el río Magdalena, en el límite con lo que hoy día es Cartagena. Los fieros indios motilones conocieron las incursiones de este cacique que consiguió someter a muchas tribus de la región, con las cuales hizo frente al invasor. Perfecto conocedor de la geografía guajira, Mara consiguió ejercer una prolongada resistencia al invasor español.
Muere luchando contra un capitán español, que lo captura malherido y lo deja sumirse en su agonía, tratando de negociarle un trato de libertad a cambio de su riqueza. A la muerte de Mara no le sucede ningún otro cacique de su talla, por lo que la región fue prácticamente pacificada.
Maracay
Maracay fue un valiente guerrero, perteneciente a la tribu de los araguas, cuyo nombre serviría luego para denominar una nueva tribu descendiente de la que él era originario.
Dominó sobre la extensión que hoy ocupa el estado Aragua y parte de otros estados colindantes, especialmente hacia la costa por los predios del cacique Turiamo, quien fuera su aliado en muchas batallas.
La fama de Maracay se sustenta en la derrota de Rodríguez Suárez. La batalla sostenida contra los soldados del mencionado capitán degeneró en duelo entre cacique y conquistador. La destreza y fortaleza de Maracay acabó pronto con su contrincante, quien debió retirarse vencido a su campamento.
La muerte de Maracay le sobreviene a temprana edad, como consecuencia de la traición de uno de los suyos, lo que permite que el conquistador español lo ejecute mientras descansaba.
Meregote
Cacique sucesor de Maracay, le correspondió la difícil tarea de dirigir a sus hombres en contra de los invasores, después de la muerte de Maracay. Gracias al tesón, liderazgo y estrategia, consigue reagrupar a los indios araguas y los convoca a un juramento en el que se comprometieron, en honor de su antiguo jefe Maracay, a luchar hasta la muerte.
Por su parte, los españoles no titubeaban ya para alcanzar su objetivo. La tierra ocupada por el cacique Meregote y sus indios araguas debía ser rendida a la bandera española a la mayor brevedad.
Los dos bandos se enfrentaron en una batalla definitiva en el sitio denominado La Colina de La Cruz. Allí murieron los hombres de Meregote. Ninguno se rindió. Meregote fue un digno heredero de Maracay.
Murachí
Con este nombre se conoce al bravo cacique mocotíe, que habitaba en la sierra merideña, en un lugar de muy difícil acceso cercano al río Chama. El sitio era denominado Murrupuy por los indígenas. Eran indios laboriosos, que producían algodón con el que tejían bellas cobijas y ruanas, que les servían para protegerse de las inclemencias del tiempo. También producían otras artesanías y se dice que llegaron a poseer minas de oro en Acequías y Aricagua. Enfrentó las tropas de Juan de Maldonado, que fundó Mérida en el año 1559. Su esposa era la princesa Tibisay, hija del cacique de Las Vegas del Mucujún.
Eran adoradores del sol, al cual llamaban Ches. En la medida en que la guerra avanzaba, Murachí se dio cuenta de que la gran belleza de su amada la ponía en peligro y para protegerla la envió hacia el interior de su territorio, en el sitio más recóndito y secreto, en compañía de sus guerreros más leales. Sus hombres fueron diezmados y su tierra conquistada por el hombre blanco, pero Murachí nunca se rindió. Murió peleando contra el invasor en el año de gracia de 1560.
Naiguatá
Naiguatá, cacique de la familia caribe, ejercía su dominio a lo largo de una extensa zona costera que partía del río Anare, en los predios del Cacique Guaicamacuto, hasta las costas anzoatiguenses de lo que hoy se conoce como Puerto La Cruz.
Naiguatá, tenia como huéspedes a los soldados de Rodríguez Suárez y uno de ellos, queriendo lucir sus dotes de cazador, hirió de muerte a una gaviota, hecho que encolerizó a Naiquatá, exigiendo la ejecución del agresor y no consiguiendo tal solicitud con Rodríguez Suárez, tomó por asalto el campamento de los soldados y sometió a sentencia al inculpado. Al momento de dar muerte al reo, una bandada de gaviotas hizo acto de presencia Naiguatá interpretó como el perdón de las aves hacia el agresor y lo soltó.
Naiguatá vivió muchos años y pudo conocer muchos de los cambios culturales que impuso el colonizador.
Paisana
En 1555 el cacique Paisana estableció amistad con el mestizo Francisco Fajardo, hijo de una princesa guaiquerí y de un español de su mismo nombre. Fajardo solicitó paso libre por la tierra de los Caracas, a lo que accede el jefe indio. Fajardo entró al valle en compañía de sus hermanos Alonso y Juan Carreño, que también eran mestizos y de 20 indios de confianza. En 1557 regresa al valle de los Caracas, esta vez acompañado de su madre y de unos 100 indios guaiqueríes. Llevaba autorización del gobernador Gutiérrez de La Peña para gobernar y poblar la costa desde Borburata hasta Maracapana. Paisana no aceptó la fundación del Hato de San Francisco que hizo Fajardo en 1560, envenenó las aguas, causando la muerte a mucha gente, incluyendo la madre de Fajardo y éste lo condenó a morir en la horca.
Paramacay
Cacique de origen cumanagoto, gobernó su tribu hacia el año 1569. Su territorio estaba ubicado en la región de Mamo, entre la costa barloventeña y el valle de Los Guayabos.
Tocó a Paramacay un tiempo difícil en la lucha contra el colonizador, por cuanto debió reiniciar los enfrentamientos a raíz de la instauración de un encomendero, el capitán Julián Mendoza, quien quiso imponer el trabajo gratuito y obligar a los menores de 20 años para que se convirtieran en servidumbre suya o de sus familiares.
Paramacay enfrenta en diversas escaramuzas a su tribu contra el encomendero y sus seguidores. En una de ellas captura y secuestra a Dolores Ruiz, la esposa de Julián Mendoza y a sus dos menores hijos, por quienes exige rescate al comendador y pide trato justo y conciliatorio para los suyos, logrando su objetivo mediante la presión del plagio.
Paramaconi
Su nombre significa caimán pequeño. Habitaba en la zona centro-norte-costera del país. Los españoles lo llamaban el cacique-caballero. Se unió a Guaicaipuro al iniciarse la década de los sesenta y presentó dura oposición a las tropas invasoras. Su origen cumanagoto lo ubica en la raza caribe.
En 1561 Guaicaipuro atacó las minas de la región de Los Teques, en donde murieron todos los españoles, incluyendo los hijos de Rodríguez Suárez y Paramaconi también arrasó con sus guerreros la Villa San Francisco, levantada por Rodríguez, en el mismo lugar donde Losada fundará a Caracas seis años más tarde. Cuando ya tenía ganada la batalla, ocurrió que una estampida de ganado destrozó a sus bravos toromainas y se vio obligado a retirarse.
Paramaconi atacó más tarde, unido a la coalición de caciques, el sitio del Collado (hoy Caraballeda) en donde vencieron a Fajardo y éste se retiró a Margarita con sus hombres. En 1567 llegó Diego de Losada y realizó la fundación de Caracas. En 1568 concurre a la gran coalición convocada por el gran jefe Guaicaipuro, pero la operación no tuvo éxito.
A comienzos de 1570, Garci González decidió exterminar al enemigo y lo atacó de noche en su caney. Paramaconi en la lucha fue herido y González le mando a curar las heridas y a partir de ese momento hubo paz entre ambos hombres y fueron amigos.
Pariata – Maiquetía
A mediados del Siglo XVI, se encontraban liderando a los indios del litoral central los caciques Pariata y Maiquetía. Se dice que Maiquetía era el verdadero cacique y que Pariata era uno de sus guerreros de mayor confianza, al lado de hombres de la calidad de Curucutí y Guracarumbo.
Pariata tenia su residencia en el lugar denominado Los Guayabos, en lo que hoy es Catia La Mar, pero su territorio abarcaba todo el sitio de lo que aún hoy se llama Pariata en el litoral central venezolano. Su vecino más cercano era el cacique Maiquetía, quien muy pronto decidió pactar la paz con los españoles. Pariata no se doblegó. Una de sus mas recordadas hazañas fue la del ataque al bergantín español El Pelayo, el cual incendió y destruyó por completo.
Pariata decidió pelear al lado de Guaicaipuro y cuando éste muere sirvió en las tropas de Tamanaco, una vez liquidada la resistencia y pacificados la mayor parte de los grandes jefes se retira con sus familiares y allegados a un sitio apartado.
Murió en edad avanzada pero pudo ver la fundación de La Guaira por Diego de Osorio el año de 1589.
Prepocunate
Formado entre los guerreros de confianza de Guarauguta, al lado de quien luchó hasta su muerte, Prepocunate recibe el cacicazgo de los indios guaraúnos, entre quienes se destaca por su ferocidad. Era hombre de poco hablar, de extrema exigencia con sus hombres y consigo mismo. Esta conducta ejemplar le dio un halo carismático entre las tribus caribes y eso le permitió acometer con valor y éxito cientos de empresas en contra de las tropas españolas.
Para doblegarlo, el gobierno español seleccionó a los capitanes Hurtado y Carrizo, quienes lo apresaron y para que no escapara lo amarraron alrededor de un árbol, custodiado por un pelotón que debía escoltarlo hasta el momento de su ejecución.
Al día siguiente al amanecer, Hurtado fue a buscar al prisionero para conducirlo al lugar de su ejecución, al llegar al árbol sólo encontraron las sogas rotas, tiradas en el suelo, junto a una rosa de montaña que el fiero guerrero caribe acostumbraba usar en su larga cabellera negra.
Prepocunate no apareció. Se desvaneció, sin que los españoles pudieran encontrar una explicación racional. Sin embargo, a los pocos días volvieron a saber del cacique. Prepocunate comenzó entonces una guerra devastadora, golpeando duramente al adversario, sin darle tiempo para reaccionar, y desapareciendo con toda rapidez del campo de batalla. Un día del año 1570 al tratar de atacar por sorpresa en el sitio donde hoy se levanta la ciudad de Los Teques, fue nuevamente cercado y luchó hasta la muerte.
Sorocaima
Algunos historiadores afirman que era guajiro o tequeño de clase guerrera y que llegó a la región de los indios Teques por problemas que tuvo en su propia tribu. Llegò a convertirse en hombre de confianza y uno de los lugartenientes del gran Guaicaipuro y a la muerte de éste, quedó como jefe guerrero bajo el mando de Conopoima
En 1570 participó en los ataques contra la recién fundada Santiago de León de Caracas, bajo el mando de Conopaima y Terepaima. En 1572, Garci González de Silva apresó a Sorocaima, Conopaima seguía resistiendo. Ante este hecho y deseoso de terminar la batalla rápidamente, González decide utilizar a Sorocaima como carnada y dice en alta voz, para que lo escuchen los otros guerreros, que el jefe indio perdería su mano derecha, que le sería amputada, a menos que se rindieran. En este último caso, se perdonaría la vida a todos. Es allí cuando el Jefe Sorocaima, le dice a los guerreros:
Ataquen con fuerza, mis valientes, que los españoles no tienen mucha gente.
Y luego, sin vacilar, estira el brazo para que le amputen la mano derecha, lo cual fue llevado a cabo por oficiales al servicio de Garci González. Sorocaima, en un gesto que reflejaba por igual el valor y la grandeza de su raza, tomó con su izquierda la derecha y, levantándola la ondeó en señal de triunfo. Luego, avanzó hacia sus hombres. Garci González había ordenado su libertad. Sin embargo, al dar la espalda al enemigo uno de los soldados le disparó a traición, quitándole la vida.
Tamanaco
Dos años después de la muerte del gran Cacique Guaicaipuro, surge Tamanaco, cacique de los indios mariches y de los quiriquires.
Su misión, al igual que Guaicaipuro, era la de propiciar una alianza entre las diferentes tribus. El 5 de diciembre de 1570, llegó a Coro, capital de la provincia de Venezuela, el gobernador y capitán general Diego de Mazariegos, pacta con los enemigos de Tamanaco. Nombra al avanzado Francisco Calderón para pacificar el valle de Caracas y lo designa teniente general de la recién fundada ciudad de Santiago de León de Caracas.
Calderón envía al capitán Pedro Alonso Galeas a rendir a Tamanaco. Galeas lo persigue y entra en tratos con el cacique Tapiaracay, enemigo de Tamanaco y del pacificado cacique Aricabuto, quien le ofrece ayuda a cambio de que le entregue a este último. El trato no se consolida y Galeas se mide con Tamanaco en una pelea en la que participa Garci González de Silva y el indio Aricabuto, que les sirve de guía. El combate no tuvo vencedor. Tamanaco decide atacar a Caracas, los españoles retroceden hasta las orillas del río Guaire. El capitán Hernando de la Cerda, se enfrenta con Tamanaco y este vence. Los indios no advirtieron la llegada de una caballería española, Tamanaco y sus hombres quedaron atrapados y fueron hechos prisioneros. Guaicaipuro fue condenado a morir en la horca, luego su cabeza sería exhibida para que sirviera de escarmiento a los rebeldes. Garci González, que había sido elegido Regidor del Cabildo de Caracas en 1573, estuvo en desacuerdo con la medida, ya que admiraba el valor, el temple y la dignidad demostrada por el guerrero. En el medio de estas consideraciones intervino un capitán de apellido Mendoza, que era propietario de un perro y sugirió que le dieran a Tamanaco la oportunidad de escoger entre la muerte en la horca o la posibilidad de salvar su vida si vencía al perro. Garci González estuvo de acuerdo, al igual que el resto de los miembros del Consejo de Guerra, Tamanaco acepto.
Tamanaco fue desatado y colocado en la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar) Mendoza, soltó el perro, Tamanaco recibió varias mordeduras que le causaron la muerte.
Terepaima
Terepaima, cacique de araucos y meregotos, dueño del territorio que limitaba con los Teques, era tenaz como guerrero, ágil y preciso en las conquistas, alcanzó éxito en las batallas contra Rodríguez Suárez. Su dominio alcanzaba el Tuy, San Pedro, Mariches, hasta el territorio que hoy ocupan los estados Miranda, Aragua, parte de Carabobo, Cojedes y parte de Lara.
Terepaima, sabiendo que el español Rodríguez Suárez lo tenía sentenciado a muerte, reunió los indios Paracotos y en un feroz ataque contra los españoles, extinguió la vida de Rodríguez Suárez.
La victoria y el hecho de que Terepaima fuera el que diera muerte a Rodríguez, le creó una aureola de leyenda. Hasta ese momento, había actuado como jefe sin que los piaches de su tribu aprobaran su ascenso a la categoría de cacique. El triunfo de Terepaima sobre el español que mató a Yoraco, le dio argumentos para adquirir el liderazgo que ambicionaba.
La historia de este hombre demuestra que no sólo fue hábil como guerrero, sino que también tenía dotes para la política y para la diplomacia. De hecho, en 1559 negocia con Francisco Fajardo permitiéndole paso por su territorio después de habérselo negado. En 1561 vence a Luis Narváez, que había penetrado en su territorio con propósitos belicosos. Losada se enfrentó con Terepaima en el 67 y no pudo someterlo.
Fue Garci González de Silva quien logró establecer la paz con él, pero el indio muy pronto volvió a la guerra, a defender lo que creía que era suyo y en una cruenta pelea encontró la muerte a mediados de la década del 70.
Tiuna
Intrépido guerrero, nacido en la tribu de los Caracas, creció bajo la tutela del Cacique Catia y se caracterizó por su rigidez y valentía. Su poder lo ejercía en el valle de Los Guayabos, territorio que hoy día es conocido con el nombre de Catia La Mar.
http://www.unet.edu.ve/unet2001/agrupaciones/amerindia/Image3301.jpg Su dominio se extendió a través de las montañas, limitando con Filas de Mariches y los Valles del Tuy, incluyendo parte del valle de Caracas. Uno de sus hombres de confianza era el guerrero Aramaipuro, conocido como "ponzoña de abeja". Entre sus éxitos se recuerda el de Villa del Collado, hoy Caraballeda, así como el de Cayapa, donde derrota al legendario y cruel Rodríguez Carpio. En 1568 Tiuna reunió casi cuatro mil hombres, unido a los caciques Guaicamacuto y Aricabuto, para dar una pelea decisiva en Maracapana, sabana cercana a Caracas. Para destruir al invasor, estaban los caciques Naiguatá, Uripatá, Anarigua, Mamacuri, Querequemare, Prepocunate, Araguaire, Guarauguta, con siete mil guerreros; Aricabuto y Aramaipuro representaron a la nación mariche al mando de tres mil flecheros.
El gran cacique Guaicaipuro, que debía acudir con dos mil guerreros, no llego al sitio a causa del mal tiempo. Algunos caciques se retiraron, pero otros, motivados a la lucha por el cacique Tiuna decidieron combatir, Losada los enfrentó. La batalla fue desastrosa, los caciques decidieron retirarse.
Tiempo después, Tiuna se dedicó a hostigar implacablemente a todo conquistador. Los exasperados españoles pusieron precio a su cabeza. Y, según algún cronista, un indio traidor, lo atacó con una flecha causándole la muerte.
Yaracuy
Hijo del cacique Chilúa y nieto del indómito Yare, comandaba un imperio de más de 500 poblaciones indígenas, conocida como Guadabacoa.
En el momento del Descubrimiento, el inmenso imperio central estaba integrado por otras tribus, tales como, tarananas, yaritagua, acharigua, torondoyes, y zararas.
Otras tribus, entre ellas los macaures y los caripes se aliaron con los españoles para hacerle frente a Yaracuy.
El conquistador Diego García de Paredes, junto con el capitán Juan de Vargas, intentaron tomar tierra firme e instalarse en el bastión de El Tocuyo, pero Yaracuy los venció en la batalla de Cuyucutúa, en 1552.
Luego es capturado y condenado a muerte, pero consigue desarmar y poner fuera de combate a varios soldados y al fin sucumbió bajo el fuego de los arcabuces.
Yare
Yare, cacique de cumanagotos, quiriquires, charagotos y araucos, gobernante de las tierras que hoy comprenden los estados Miranda, Anzoátegui y parte de Monagas, fue además Piache y sumo sacerdote y uno de los guerreros más fieros entre todos los que se enfrentaron al conquistador español. Derrotó en Maturín al capitán Zerpa, unido a Terepaima; en Barquisimeto, hicieron morder el polvo a Juan Rodríguez Suárez.
Al enterarse de la muerte de Tamanaco, Yare tembló de ira y juró vengarse del capitán Mendoza, dueño de la fiera que dió muerte al cacique, lo persiguió hasta que consiguió acorralarlo en Aragûita. Al tenerlo prisionero lo hizo degollar, junto con su perro, y la cabeza de ambos las envió a los familiares de Tamanaco. Yare siguió su guerra sin cuartel, venciendo y siendo vencido, hasta que un día de 1575 los arcabuces españoles acabaron con la vida del guerrero.
Yavire - Paramaiboa - Pariaguán
Yavire fue uno de los grandes caciques caribes de la región guayanesa. Se le atribuye la unificación de las tribus que moraban en la región del Caroní y extiende su influencia hacia el norte, en lo que hoy son los estados Sucre, Monagas y Anzoátegui. En las batallas causaba muerte y terror entre sus adversarios. En una de sus más cruentas batallas contra el invasor, Yavire descuida su retaguardia y muere bajo el fuego ibérico en la batalla que sostuvo contra ellos en el sitio conocido hoy como Caicara de Maturín.
Poco tiempo antes de morir peleó en Cumaná y allí recibió una fuerte herida en el brazo derecho, que lo dejó semi inútil.
Varios de sus guerreros obtuvieron el grado de cacique o de jefe. Lucharon bajo sus órdenes los legendarios Paramaiboa y Pariaguán, que si bien se enfrentaron por el mando a la muerte de su jefe, muy pronto unieron fuerzas nuevamente para combatir al extranjero.
Paramaiboa, fiel a las enseñanzas de su jefe, funda una coalición de pequeñas tribus hacia el norte de lo que muy pronto sería la nación venezolana.
Su adversario fue el gran capitán español Gonzalo de Ocampo, quien actuando con extrema crueldad quiso dar un escarmiento definitivo a los caribes, para lo cual apresó y ahorcó a varios renombrados caciques; y a otros los envió como esclavos a Santo Domingo. Sin embargo, Paramaiboa en el norte de oriente y Pariaguán en el sur, seguirían fíeles al juramento que le hicieran a Yavire. Unen sus fuerzas y presentan batalla en Guanta (Anzoátegui), pero el militar español les propina una fuerte derrota. Paramiaiboa ataca de nuevo a Ocampo, obligándolo a retirarse hacia Nueva Andalucía (Cumaná). El cacique cobra venganza y somete a juicio militar a veinte soldados y cinco oficiales españoles, los condena a muerte y no los ejecuta gracias a la oportuna intervención de Fray Bartolomé de Las Casas, sacerdote defensor de los indios. El guerrero caribe escuchó los ruegos del padre de Las Casas, a pesar del odio que sentía por Ocampo.
Paramaiboa muy pronto se enfrentó al nuevo jefe español, Alonso de Vera y Aragón, al que también derrotó. Cuando se marchó Vera, conocido en la historia con el apodo de "Tupí", regresó de nuevo Ocampo, pero esta vez traía la diplomacia como arma y un oficial de gran temple de apellido Monsalve. Sus primeras medidas fueron las de apresar a los indios y luego liberarlos, no sin antes entregarles regalos. Al enterarse, Paramaiboa dio la orden de regresar los regalos y de advertir al invasor que debía abandonar sus predios. Ocampo colgó a los emisarios y esto dio inicio a una nueva guerra. Acorraló entonces a Paramaiboa y Pariaguán en el sitio denominado La Zapoara, hoy El Chaparro (Anzoátegui), pero fue vencido por Pariaguán, aunque en la batalla muere valerosamente el cacique Paramaiboa. Pariaguán era un cacique respetado y admirado por sus hombres. La noche de la batalla de La Zapoara, Pariaguán preparó su estrategia sigilosamente, con Paramaiboa, pero cuando comenzaron las acciones, él personalmente dirigió la batalla al frente de sus hombres, Paramaiboa, por su parte, lucha con fiereza y muere en la batalla. Pocos españoles sobrevivieron. El capitán Monsalve, que dirigió a los españoles, no pudo soportar la derrota y se suicidó.
Luego de la batalla, Pariaguán dirigió las exequias de su amigo Paramaiboa y de inmediato se dedicó a consolidar su triunfo, reunificando el antiguo dominio de Yavire. Se preparó para la destrucción final del adversario. Por su parte, los españoles reordenaron sus fuerzas y emprendieron una acción globalizante.
Ocampo decidió entonces unir todas sus tropas y atrapó a Pariaguán en el sitio de Los Cardones (Monagas). Su lugarteniente Castellanos atacó por un lado y Ocampo en persona lo hizo por el otro. Pariaguán fue diezmado y sus tropas aniquiladas. Con los pocos sobrevivientes se internó en las selvas de Guayana y no se supo más de él.

Yoraco
Yoraco en la etimología indígena chama significa zorro o diablo. Este indio nació en el valle de Tácata, siendo aún muy joven, visitó a sus parientes quiriquires ubicados en la costa de lo que hoy se conoce como estado Sucre, en Cariaco.
Allí vio las naves españolas llegando a las playas y descargando productos por hombres de una piel pálida, con armas que nunca antes había imaginado, supo entonces, que su tierra ya no era suya y sintió un deseo obsesivo de luchar para reconquistar sus tierras y la dignidad de su pueblo.
Yoraco comenzó a formarse para el liderazgo. Volvió a Tácata y allí fue protegido y educado por los piaches.
Combatió ferozmente al agresor español. Su objetivo era expulsar a los invasores. Creció su fama de hombre valiente, amparado por el poder sobrenatural que le dieron los piaches. Se supo que tenía un amuleto, especialmente ensalmado para él, que lo protegía de todos los males y peligros.
Los españoles enviaron al capitán Juan Rodríguez Suárez para vencerlo, partió con 200 hombres bien armados y un pelotón de caballería. Yoraco lo esperó en su territorio, la batalla fue dura, sin reglas, sin descanso. Un día ganaba Yoraco y el otro le tocaba la victoria a Rodríguez. Cuando llevaban varios días de enfrentamiento, decidieron los dos líderes resolver la contienda ellos mismos.
La pelea comenzó una mañana de 1561, la lucha fue agotadora hasta que decidieron estrecharse las manos en señal de mutuo respeto y admiración, y luego cada bando se retiró a su respectivo cuartel.
Yoraco, enfrentó nuevamente a Rodríguez Suárez y en el combate murió atravesado por la lanza de un soldado ibérico

 Hablemos de los antecedentes de este proyecto, ¿en qué año se remonta esta lucha por la reivindicación de semejante símbolo popular?
 Los antecedentes datan de unos 26 o 27 años aproximadamente. Principios de los años setenta para ser más claros. Qué ocurre, Saúl Ribas Ribas se translada a los Teques a mediados del 69 y el primer impacto lo recibimos con la imagen de Guaicaipuro en la plaza de su mismo nombre. esto llamo poderosamente la atención el respeto y la veneración de parte del pueblo y particularmente de aquel pueblo marginado quien se sentía protegido por la presencia de Guaicaipuro. Aquella plaza con la figura del Indio era, y siempre ha sido en los Teques, una suerte de punto de encuentro de los marginados. Mientras más marginado estaba alguien, mayor era el nivel de identificación que se íba encontrando con la figura de Guaicaipuro: como indio, como Cacique. La gente tenía pues la percepción de que era un Libertador y sobre todo la gente olfateaba la existencia del racismo contra el indígena, pero aparte de olfatear el racismo disfrazado que hay en el país, la gente es víctima de ese racismo. Entonces se comenzó por preguntarle a la comunidad si Guaicaipuro era una figura que podía estar al lado de Bolívar, al lado de los Libertadores, y la gente decía: "...Pues claro, ese es el primero que debería estar ahí junto a Bolívar..." -y se insistía- pero en el Panteón Nacional y todo mundo decía " ...Sí sí, junto a Bolívar..." Ajá... ¿por qué no está en el Panteón? la gente coincidía: "No está en el Panteón porque es un Indio" Y qué con eso, " bueno es que el indio está discriminado" y por qué está discriminado. Así se fue adentrando en una conversación íntima con la gente, pero una conversación íntima desde el punto de vista de la nacionalidad, la nacionalidad venezolana y americana, entonces venía a colación todo el problema colonial y neo-colonial, el problema de la discriminación no superado, porque el proceso de independencia fue un proceso de independencia política formal que no estuvo acompañado por una conciencia de descolonización de fondo y allí está el problema. No hubo descolonización porque quienes hicieron la independencia eran parte del proceso colonizador.
Guaicaipuro es la figura heroica de los marginados (negros, indios y pobres) por excelencia, bien lo dijiste, una figura que a pesar de un fuerte soslayamiento histórico, de una penetración cultural alienante, de siglos de humillación política, ha perdurado intacta en el inconsciente, no sólo de la población mirandina sino en la de todos los venezolanos; como elemento mágico-religioso, como símbolo de dignidad y resistencia, como fortaleza de una identidad regional y nacional casi perdida. Ahora bien, ¿por qué elevarlo a la oficialidad, en este caso hasta el Panteón Nacional, que se supone es el monumento mayor de una historia narrada por los vencedores, consagrada por ello al poder, una historia oficial que precisamente ha ido y va en detrimento de nuestras culturas aborígenes y populares?
 Porque nosotros nos negamos a ver la historia oficial de una manera estática, de una manera inmutable, inmodificable. . La  relación de la sociedad nacional con los pueblos indígenas se puede y tiene que modificar y que de paso el planteamiento de llevar los restos simbólicos de Guaicaipuro al Panteón Nacional, si se puede plantear así, está entre uno de los antecedentes de una revolución cultural en este país y particularmente en los antecedentes del mismo proceso constituyente, porque la presencia indígena en el Panteón Nacional, la presencia de los primeros poblamientos, la presencia colectiva de nuestros Caciques, a través de la individualidad de Guaicaipuro como símbolo representativo, viene precisamente a cambiar no sólo el concepto que tenía Guzmán Blanco del Panteón Nacional o su mismo proyecto Nacional, sino que replantea la cuestión en términos de interculturación, en términos de pluriculturalidad, en términos de la pluralidad de raza, de etnias, de pueblos, de culturas, de racionalidad, de modelos de ciencia, de modelos de tecnología, de modelos civilizatorios, de historias vistas pues, no ya en singular, dentro de la unidad del género humano y dentro de la unidad de la nacionalidad venezolana.
El sistema tiene por estrategia absorber los símbolos de las minorías, de las periferias, sobre todo cuando éstos son de carácter combativo y representan cierto peligro desde el punto de vista político, esta absorción consiste, según Brito García, en la usurpación, universalización y desfiguración del contenido de aquellos símbolos –descontextualizándolos, despolitizándolos, frivolizándolos - en virtud de restarles importancia, distinción y sobre todo peligro a los abanderados para incorporarlos orgánicamente a su juego de poder. ¿No temen ustedes que esto suceda con el Cacique, no temen que en vez de una reivindicación lo encaminen al perfecto anonimato, a ser una figura en verdad invisible ?
 No. De ninguna manera, porque de lo que se trata es precisamente de darle al Panteón Nacional otro contenido, de hacerlo representativo de los diferentes componentes de la nacionalidad venezolana y americana. Este es un Panteón que es el máximo monumento, no sólo de la nacionalidad venezolana sino de todos los países bolivarianos donde el componente de la población indígena es fundamental en muchos casos determinantes, como lo es el caso de Bolivia, Perú, Ecuador, en la misma Colombia, en Panamá. De manera que la presencia indígena en el Panteón Nacional no es petrificante por cuanto esta presencia va unida a un conjunto de luchas, a una red de movimientos, va acompañada de un Proyecto Nacional y latinoamericano, va enmarcado dentro de una identidad indígena bolivariana porque alude a todos estos países mencionados, pero también alude todo lo que es el área circunscaribe. Más bien lo que hace es replantear, desenterrar, poner de manifiesto siglos y milenios de culturas que han estado taguadas por el proceso colonizador. No se trata entonces de oficializar simplemente una presencia sino de hacerla eficaz en el Panteón Nacional y de buscar un replanteamiento de los fundamentos del estado nacional, pero también de la sociedad nacional. Entonces, esto nos involucra nuevamente en el replanteamiento de una revolución cultural en profundidad, como te decía, que por supuesto nunca está del todo descontextuada de las revoluciones políticas y sociales.
 Reflexionando un poco ,  se ha visto desfilar cuando menos cinco presidentes en línea que, por lo visto, han hecho caso omiso a las reivindicaciones de los pueblos indígenas, incluso sus políticas han evidenciado un alto contenido racista y etnista. El proyecto tiene cabida , en este período político conocido como la Quinta República que supone una nueva concepción del Estado. Hasta ahora la reforma de la Constitución Nacional es la mayor evidencia de un cambio en este sentido. Allí la teoría nos dice que las culturas de los aborígenes están homologadas a nuestra cultura post-hispánica, que cada una de esas culturas es soberana y digna.
La palabra cacique es un vocablo de origen taíno (lengua de filiación arawak hablada en las Antillas para el momento de la conquista europea que se incorporó al caudal léxico español para designar al individuo que representaba la autoridad en una comunidad indígena.
El término, por extensión semántica, ha pasado a denominar al individuo que ejerce un liderazgo local despótico (el caciquismo). Ahora bien, posiblemente la palabra "cacique" llegó a ser sinónimo de autoridad omnímoda y despótica debido a la tendencia de los conquistadores de buscar instituciones equivalentes a las europeas entre los pueblos indígenas americanos.
Al no encontrarlas, por tratarse de realidades culturales diferentes, los europeos mal interpretaron las culturas indígenas e incluso, en algunos casos, llegaron a negar la existencia de un orden social.
Importantes dirigentes indígenas defendieron sus tierras y sus culturas frente a los conquistadores. Se los llamó jefes, diaos, guerreros o caciques y por lo menos uno de ellos –Manaure– dirigía un importante cacicazgo en el área del actual estado Falcón durante las primeras décadas del siglo XVI. Conocemos nombres y hazañas de muchos de estos dirigentes para el momento de la conquista, pero desconocemos sus ascendencias.
Suponemos que éstas se remontan a fechas anteriores, como parece revelarlo el plan de ataque de Guaicaipuro y la resistencia que encabeza en la zona centronorte de Venezuela hacia la segunda mitad del siglo XVI. Guaicaipuro convoca a un levantamiento de las sociedades gobernadas por Baruta –su hijo mayor– Naiguatá, Aricabacuto, Guaicamacuto, Chacao y el guerrero taramaima Caracaipa, entre otros. Del área nororiental se menciona a Cayaurima, cacique de los cumanagoto, y sus alianzas con otros caciques de la zona de Cumaná para enfrentar a los conquistadores, y a otros como Doaca, con quien se identifica la actual zona larense de Duaca; a Nigale, jefe zapara en el Zulia; a Huyapari, con cuyo nombre los españoles identificaron al río Orinoco y su área en 1531, y a muchos otros jefes, caciques, guerreros, como Acaprapocón y Conopoima –quienes comandan la lucha una vez muerto Guaicaipuro–, Caricuao, el cacique oriental Maturín, Morequito, Paryauta, Parnamacay, Pitijay, Sorocaima, Tiuna, Tamanaco y Terepaima